Al volver de un paseito hasta la laguna del gallo, o más bien el lugar donde estaba, totalmente arado e irreconocible como zona humeda, me acerqué a la laguna Salada justamente al atardecer, cuando llegaban las garcillas a colocarse en sus dormideros, los tarajes que se encuentran dentro de la laguna. Al contrario de lo que suele suceder las garcillas se movieron desde el taraje más lejano al más cercano de manera que las pude observar perfectamente como llegaban más y más hasta cubrir el arbusto como si de nieve se tratase. Pero no solo había garcillas, al fondo de la laguna, casi imposible de ver, estaba un grupo de malvasías, reconocibles por su peculiar silueta junto con otras anátidas.
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