Nadie le calla boca a un pueblo, a un pueblo que cada día ve como el color verde se va sustituyendo por el gris hormigón a pasos de gigante, de como cada vez más el señor de los ladrillos se va haciendo con todo el terreno y utilizando el eufemismo construcción cuando en realidad su cometido es justamente el contrario, el de la destrucción de lo que es de todos, el patrimonio natural. Los terrenos de Bahía Blanca pertenecieron a los jesuitas como otros tantos terrenos urbanizados que están en la Costa Oeste, vender la obra de Dios para destruirla cuando ellos debían de ser los primeros ecologistas y sin embargo ahí está la realidad, miles de hectáreas pasto de las maquinarias que escupiendo asfalto y hormigón transforman el paisaje irremediablemente en algo que nunca volverá a ser lo que era. ¿Cuantos juncos quedan en El Juncal? ¿Cuantos pinos en el Pinillo Chico? ¿Cuantos tomillos en El Tomillar? ¿Cuantos almendros en Los Almendros? ¿Cuantas Oropéndolas en La Oropéndola? ¿Cuantos camaleones en la Finca El Camaleón?.
Lemas como "Puerto Alto, para vivir por encima de los demás" da una idea de la catadura moral de constructores, vendedores y ompradores que bajo lemas y panfletos publicitarios legitiman esas conductas depredadoras y de hechos consumados. Vergüenza nos tenía dar de vivir en está borágine, al menos algunos manifiestan su desacuerdo a la depredación total y completa del territorio. Hace años me preguntaba si habría bastante cemento y hormigón para sepultar todo el territorio, me parecía demasiada superficie, hoy estoy convencido de que hay y de sobra.
Así que más Pinos y menos ladrillos, los pinos no nos van a dar de comer, pero si para respirar, cosa que los ladrillos nunca podrán hacer.
Comunicado de la sociedad civil española en las últimas horas de la COP29
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El borrador actual pone en riesgo el Acuerdo de París. La Unión Europea
debe actuar de forma inmediata y efectiva si quiere salvarlo.
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Hace 1 hora
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