Sentarse en un banco de un parque bajo un árbol, enfrente de otro y rodeado de estos seres ha sido algo que ha humanizado las ciudades volviendo a una parre de nuestro origen que es plenamente rural. Gracias a ellos la contaminación es menor de lo que sería de no estar y además alojan a aves que se comen los insectos más molestos para nosotros. Nos alegran los otoños con sus colores en la caida de la hoja, nos alegran la primavera con sus flores, nos refrescan los veranos y los más grandes nos resguardan de la lluvia en inviernoñ. Sin embargo cada vez hay menos en las ciudades, entre políticos y supuestos representantes vecinales, que en realidad solo se representan a si mismos, están acabando con ellos. Si antes la caida de la hoja era bonito, ahora es suciedad, si antes un árbol grande era belleza, ahora es molestia. Ellos nos dan mucho más de lo que reciben de nosotros y sin ellos estaríamos perdidos en el mar de asfalto, cemento y locura de las ciudades moodernas. Siéntate delante de uno de ellos y dibújalo, no será fácil, pero te fijarás en cosas que igual ni te habías fijado antes, y sobre todo, acabarás impregnado de la magia de los árboles.
COP29: La solidaridad del Norte global arde hasta los cimientos
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La nueva meta global de financiación termina con una cuantía y calidad
insuficiente que destruye la solidaridad pactada en el Acuerdo de París.
Para la s...
Hace 7 horas
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