No es lo mismo verlas en cautividad que en libertad, no es lo mismo, de ninguna manera y es que aunque en cautividad la puedes ver perfectamente, ver como anda y captar todos los detalles no es comparable a verlas pasar por encima tuya, a varias decenas de metros durante unos escasos minutos y casi confundiéndolas con garzas reales o cigüeñas gracias al contraluz. Aun así es mucho más emocionante que cuando la divisas con los prismáticos ves que no es lo que pensabas sino un ave que no esperabas encontrarte ni ese día ni en ese lugar. Las grullas son unas viajeras infatigables que vienen desde los paises nórdicos hasta nuestra península a pasar un invierno bastante más apacible del que encontraría en sus originarias tierras, donde nace. Llegan aquí justamente en el otoño, cuando el encinar está lleno de bellotas que la alimentarán durante una buena parte de su estancia, una dieta que completará con invertebrados y pequeños vertebrados.
Finalizando el invierno volverán al norte, con un poco de suerte es posible que en algún momento coincidamos con ella como ha ocurrido esta vez, y si la laguna de la Janda siguiera como nunca debió dejar de estar además tendríamos el privilegio de ver la cría de la grulla y disfrutar de su presencia durante todo el año. En La Janda muchos motivos recuerdan a la grulla que aun permanece aunque solo durante el invierno.
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