Esta erupción del siglo XVII en su última etapa acabó sepultando la fuente permaneciando desaparecida hasta nuestros días, aunque se comenta que es posible que la hayan acabado encontrando de nuevo ya que ha aparecido un manantial en la zona en la que se supone que estaba ubicada en la fuente. El volcán dispone de un mirador cercano al centro de interpretación de los volcanes desde el que puede observarse el interior del cráter, que como podemos ver se encuentra colonizado por el pino canario.
Siguiendo la ruta nos encontramos un paisaje plagado de cráteres volcánicos, un paisaje que no nos habla del pasado sino del presente puesto que la zona continua teniendo actividad volcánica que de hecho es la zona más activa de las canarias, cosa que pudimos comprobar cuando nos dijeron que metiéramos la manos en unos agujeros donde pudimos sentir el calor de la tierra, tan solo hace 36 años de la última erupción, situación que contrasta con la de la vecina isla La Gomera en la que el hombre nunca vió una erupción porque cuando llegó el hombre la isla era ya inactiva, bordeando algunos de estos cráteres subimos auno donde el viento sopla a una altísima velocidad, tanto que cuesta permanecer de pie tras las rachas de viento, un sitio donde es mejor no hablar porque literalmente las palabras se las leva el viento...
Más adelante ya se puede comtemplar el mar y las olas al fondo junto con una brisa marina que nos refresca del duro camino con una alta insolación, no tenemos ni una nube encima y llevamos ya un par de horas a pleno sol, vemos ya una vegetación más alta, las vinagreras (Rumex lunaria) son capaces de crecer en estos áridos terrenos y dar cobijo a los lagartos tizones, negros como el terreno que se colocan a tomar el sol en las partes más despejadas.
Y al final del camino vemos las salinas de Fuencaliente, una de las salinas más importantes de las Islas Canarias de la hablamos aqui.
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