Cuando se ve el acantilado de Barbate se piensa en un gran hotel de aves marinas o del raro Ibis eremita, pero lo más visible resultan ser las omnipresentes gaviotas patiamarillas, algún cernícalo vulgar pero sobre todo nos encontramos a las grajillas en las cornisas y grietas de la roca. En ningún otro lugar hubieran encontrado un escondrijo mejor, un acantilado de 100 metros de altura, vertical y sobre todo inaccesible para seres no voladores como la gran mayoría de los mamíferos.
El lugar es privilegiado, además de la citada inaccesibilidad sobre este acantilado hay un magnífico pinar de pino piñonero con multitud de especies animales y vegetales donde encontrar alimento para si mismas y sus crías, su presencia es poco discreta, vuelos cercanos, graznidos continuos y el color ngro de sus plumas contrastando con el marrón claro del acantilado. Me quedé un rato observándolas sus idas y venidas, y sin ser un ave extraña o escasa se puede pasar un buen rato obsevándolas.
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