Que fácil es caminar por el llano, terreno liso, sin desniveles, sin sorpresas, caminar por ahí es algo que no nos supone casi ningún esfuerzo, los llanos representan esos momentos de la vida donde todo sale bien, donde las cosas se hacen casi solas, es en definitiva el camino fácil, donde todo es predecible y no caben las sorpresas. Pero la propia inquietud y la búsqueda de nuevas metas nos llevan a meternos en empresas más complicadas, tasl como vemos en la imagen el llano no es infinito y al final están laderas, podemos quedarnos en la base de la ladera pero no avanzaremos...La ladera es la dificultad, es el camino complicado, el riesgo en definitiva podemos intentarlo pero si no somos capaces de aguantar nos caeremos ladera abajo y habría no solo que volver a empezar sino tener un tiempo de recuperación antes de volver a intentarlo. Es como si te gusta alguien, pero gustar de verdad, na de pamplinas ni rollitos, si llegas arriba de la ladera es que lo conseguiste, conseguiste ser correspondido, pero si no eres correspondido te desplomas por la ladera, a lo mejor empiezas subiendo cada vez más lento empleando un esfuerzo titánico que finalmente será para nada, se puede intentar resistir pero si finalmente la realidad se impone la caida será desde casi arriba pegándose una buena torta, por eso hay que pensarselo antes de querer subir la cuesta porque de la caida cuesta recuperarse, pero también es verdad que si no se intenta subir no conseguiremos nada, difícil elección que suele ser como un todo o nada, hay que intentarlo pero el nada sale muy muy caro....
- NOTA FINAL, al terminar de escribir esto recordé que ya había escrito otro mensaje similar con otra foto pero de similar contenido....
1 comentario:
Los meritos, premios y recompensas se pagan por adelantado, a riesgo del emprendedor, del que se moja. Todo está sujeto a esa dinámica. El que planta melocotones recogerá melocotones si no se lo jode el granizo de primavera. De hecho los LLanos de Libar no serían tan hermosos si no hubiese uno tenido que subir desde Montejaque, mirándose los pies, cansina y monotonamente. Cuando alcanzas el Collado de las Motillas y ves las amapolas sobre el verde en una llanura sinuosa, entonces sabes que ha merecido la pena, llegar hasta allí. Y lo mejor, de lo que nos damos cuenta muchas veces, es que habiendo subido una vez, subiras dos, tres y cuatro y cada vez será más sencillo, tendrá más significado y el camino se convertirá en si mismo en el objetivo, no tanto como al principio que buscamos Libar como si fuera nuestra Itaca.
Publicar un comentario