La Crestería de la Sierra del Pinar es una de las rutas de mayor dificultad que podemos realizar en la provincia de Cádiz pues nos movemos por la zona más alta de la Sierra de Grazalema junto con las cabras montesas. Al estar en la zona de reserva es necesario solicitar permiso para poder realizar esta interesante ruta. Comenzamos en la carretera de Grazalema a Zahara, justamente donde se encuentra el aparcamiento y la caseta de control para el acceso al pinsapar.
El sendero comienza en el mismo punto que el pinsapar, y terminamos llegando al Torreón y descendiendo por el sendero del mismo nombre terminando la ruta en la carretera de Benamahoma a Grazalema. Muchos son los compañeros de viaje de la ruta entre los que nos encontraremos a buitres leonados y cabras montesas.
En el primer tramo tomamos el mismo sendero que nos llevaría al pinsapar hasta llegar al puerto de las cumbres, donde buscamos el acceso al Pico San Cristóbal por donde más cómodo nos resulte pues a partir de este punto ya no encontramos más caminos hasta emprender la bajada del Torreón. Subiendo hacia el San Cristóbal nos encontramos los primeros grupos de
cabras montesas por la ladera y aprovechando las praderas de montaña que presentan buenos pastos para las cabras a pesar de las espinas que contienen la mayoría de las plantas que encontramos ya en las zonas de cumbres. Aquí comienza la crestería, que sin presentar gran desnivel pues ya lo hemos salvado (casi 600 msnm de los 700 que alcanzaremos al llegar a El Torreón) acaba resulta un auténtico rompepiernas gracias a los continuos subeybaja y la ausencia de camino. A partir de aquí el paisaje de roca con escasa tierra y el pinsapar abajo a la derecha serán nuestras constantes.
Una vez hemos ganado esta altura nos encontramos numerosos buitres, algunos incluso volando por debajo de nosotros y una pequeña sorpresa que muchos no esperaban; la imagen de Sierra Nevada al fondo dejando ver el Mulhacén y el Veleta, los picos más altos de la Península Ibérica. No solo veremos buitres en el aire sino también los aviones roqueros, los únicos miembros de la familia de las golondrinas que permanecen todo el año en nuestra provincia.
Si bien el sendero del pinsapar va más abajo que la crestería durante la ruta nos encontramos dos pinsapares al límite de sus condiciones óptimas que presentan un aspecto mucho más envejecido que los de más abajo, algo que denota su porte
despeinado en comparación con ejemplares más jóvenes que presentan aspecto de arbolito de navidad con un bonito porte piramidal. La observación de los troncos nos permite ver líquenes que no son nada habituales en nuestra provincia, y que posiblemente esta sea su única ubicación en muchos kilómetros a la redonda dado el peculiar microclima de este bosque relicto. Mientras vamos llegando al Torreón y antes de pasar la zona más compleja que consiste en un lapiaz (rocas que dejan enormes grietas entre si y dificultan el tránsito a pie convirtiéndose en trampas mortales para las cabras montesas y domésticas)
Al fondo se nos muestra el
Parque Natural de los Alcornocales con sus picos más altos, El Montero y el Aljibe. Aunque las mejores vistas aun están por llegar y a muchos nos sorprendieron muy agradablemente. Como de costumbre al llegar al Torreón nos encontramos al Acentor alpino, un compañero de las subidas al Torreón que no falla ningún año. Se trata de un ave más propia del norte peninsular que presenta unos pocos individuos generalmente invernantes en las cumbres más altas.
Conforma cae la tarde va mejorando la visión del horizonte y pudimos contemplar una buena panorámica del estrecho de Gibraltar, con las sierras litorales de Algeciras y Tarifa, el Peñón y con una claridad inesperada se nos mostró el continente Africano con Marruecos a la cabeza adornado por un precioso mar de nubes sobre el mar.
Mientras esperábamos que cayera el sol, desde el Torreón, para emprender la clásica bajada nocturna nos percatamos de un detalle en el nunca habíamos reparado, la sombra del Torreón que en un instante se prolongó hasta el infinito penetrando claramente en la vecina provincia de Sevilla y haciendo sombra a media provincia de Cádiz.
Con una velocidad tremenda el sol se puso sobre el horizonte hata desparecer dejándonos esta peculiar vista en la que los rayos proyectados sobre las nubes nos dejaron unos tonos verdosos de sombrerillo sobre el astro rey. Una vez llegamos abajo del todo nos encontramos una preciosa luna llena cuya potente luz hacía innecesaria cualquier iluminación artificial. Una buena forma de terminar el año en plena naturaleza que finalizó con el clásico puchero.